lunes, 9 de abril de 2012

Comentario "WAR PHOTOGRAPHER"

Siempre he creído pertenecer al grupo de fotógrafos que “construye” la imagen. Es lo que tiene la fotografía publicitaria, a la que me dedico. Para mí no es lo mismo “crear” una imagen que “captarla”; sin menospreciar en absoluto a la fotografía directa, a la que admiro y disfruto. Es más, es la esencia pura de este arte que lo mismo documenta que crea, pero siempre transmite emociones. La capacidad de documentar la realidad comprometidamente es privilegio de la fotografía directa.

Y aunque me parece necesaria la fotografía de guerra, por dejar constancia de una realidad que desde nuestro salón no queremos ver, me produce cierta desazón y emociones encontradas. Muchas de esas imágenes que muestran horrores son bellas por sinceras, por mostrar el lado más humano del sufrimiento (siempre y cuando no se regocijen en el dolor ajeno). Te asaltan emociones de inmediato, sin filtrarlas intelectualmente, esa sensación por la que me gusta el Arte en general, y la Fotografía en particular.

Así que cuando ves esas fotos te sobrecoge el mensaje tan directo y la belleza de su honestidad, pero de pronto caes en que esa imagen es real, esas personas existen, y ese sufrimiento desbordado lo están sintiendo los protagonistas de esa foto. En ese momento entro en una contradicción que me hace interrogar sobre los motivos del fotógrafo para estar allí, con su cámara en mano, en vez de ofrecer su ayuda a quien tanto lo necesita y ser mero testigo.

James Natchwey, como muestra el documental “War photographer”, me parece que lleva a cabo su trabajo con una honestidad y un código ético del que no todos en la profesión pueden presumir. La crudeza de sus imágenes son fruto del respeto a los que sufren y su deseo de despertar conciencias. Aunando las máximas de Cartier Bresson (momento y lugar adecuado) y Robert Capa (nunca estás lo suficientemente cerca), ha encontrado un estilo visceral modernizando el lenguaje visual del género.

Aunque “War photographer” deja una sensación agridulce, al acabar el documental uno se pregunta lo contrario de lo que se planteaba al inicio: ¿Es realmente ético fotografiar otras banalidades primermundistas, en vez de focalizar la mirada en lo importante? Pero claro, ni todos servimos para eso, ni todos podemos fotografiar lo mismo.

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